El CAMINO DE VICENTE recoge experiencias habidas en los dias que pemanecí en el Camino francés a Santiago

martes, 10 de septiembre de 2013

Etapa 33 : Pedrouzo - Santiago de Compostela (20 kmts)

Día 10-10-13
Me despertó Svenja al salir de su habitación. La mochila, los pasos, la puerta... quería llegar a Santiago antes de las 12 para ir a la misa de los peregrinos, junto sus amigas. Son las 6,30 de la mañana, hay cuatro horas de camino ininterrumpido, saliendo a las 7 tengo que llegar bien a esa hora y cumplir con el rito peregrino de asistir a misa y de reencontrarme con René.
Tengo que cruzar el pueblo para enfilarme por el Camino a Santiago. Desde distintos puntos de la localidad vamos confluyendo los peregrinos en el punto de salida. La noche es oscura y voy a necesitar la luz frontal cuando me aleje de Pedrouzo, también me puedo unir a otros peregrinos que porten buena luz. Así lo hago, veo a cuatro peregrinas portando muy buena iluminación, me aproxima a ellas y me pongo a su rueda. Resultan ser alemanas y de una edad como la mía, caminan deprisa, me adapto a su ritmo para no perder la luz y la guía, ellas me llevan. Sin luz sería imposible caminar por el bosque de eucalipto. No las entiendo nada pero a juzgar por la fluidez de sus conversaciones y sus risas están alegres. Tal vez comentan que es su última etapa y van a pasar una noche de fiesta en Santiago. Después de media hora caminando por un espeso bosque nos encontramos con dos caminos posibles, dudamos porque no vemos señales, el día está clareando y nos permite orientarnos bien, el oeste es nuestra dirección. Clarea el día y no es necesaria la luz frontal, ya no necesito la compañía alemana ni seguir el fuerte paso que llevaban, me dejo caer y las voy perdiendo en el Camino. Encuentro una cafetería y desayuno con tranquilidad, voy bien de tiempo.



El recuerdo de Santiago borra de la memoria todo lo que pasó antes de él, tengo breves flashes como fueron las picaduras de los chinches en la pierna, el perrito ladrador del peregrino y el niño de 18 meses en silla con ruedas transportado por su tía junto a su mamá. El aereopuerto de A Lavacolla, los estudios de TVE y el Monte do Gozo. Tenía ilusión por llegar aquí y ver desde él las torres de la Catedral, como dicen los manuales. Pero no las ví, tal vez eso ocurría cuando los árboles y edificios actuales no existían. Hice por verlas pero no localicé el punto desde donde fuera posible. Tenía prisa porque tenía un objetivo, llegar a la plaza antes de las 12, así que me puse en camino pronto, eran las 10,30 y aún faltaban 4 kmts.. Desde una larga bajada en carretera asfaltada divisaba la ciudad de Santiago, a medida que avanzaba  los edificios se hacían más grandes, hacía mucho tiempo que ya no pisaba tierra y mis botas estaban tristes, después de cientos de kmts pisando el elemento natural, ahora las obligaba a pisar  terreno artificial, y no las gusta.

Encontramos los primeros edificios de la ciudad, son modernos, inexpresivos, voy deprisa, quiero meterme en el casco antiguo de la ciudad, por sus calles estrechas de piedra, flanqueadas de edificios centenarios. En la parada de un semáforo hay un grupo de peregrinos esperando la luz verde, a pesar de estar de espaldas reconocí a la peregrina mejicana con la que departí bastante tiempo en la etapa de Ponferrada a Villafranca del Bierzo. No recordaba su nombre, tal vez porque no lo supe nunca, ella si lo sabía. "¡Viva Méjico!", grité. "¡Ay, Vicente!", gritaba y se reía, "tengo vuestra foto, ¿cuando se la doy?", "seguro que después nos vemos, pero ahora tengo prisa porque me espera un amigo", la decía todo esto sin detenerme y adelantándome. Las aceras son estrechas y están llenas de gente, mi paso es más fuerte que el de los demás por lo que tengo que salirme de la acera, ya se ven las torres de la Catedral.
Es un momento de emoción, como lo fue recordar  la calle y el lugar donde en Agosto de 2011 esperé a mi hijo Héctor que finalizaba su Camino a Santiago en bici, había salido de Carrión de los Condes. Recuerdo que era para mí motivo de satisfacción que lo hubiera hecho y solo. Así de satisfecho me sentía yo mientras caminaba por ese lugar, "aquí estábamos su madre y yo cuando él llegaba por aquí", y dos años y dos meses después, era yo quien pasaba por allí con la mochila a cuestas, entonces no pensaba que este momento de hoy fuera posible, comenzaba a pensar en hacer el Camino pero no me veía capaz de hacerlo; "¡Pues lo he hecho, sí lo he hecho!". No recuerdo el nombre de la calle de Santiago que accede a la Catedral, pero debía llamarse Calle de la Emoción, porque sin duda es el sentimiento que más pesa sobre las piedras de esa calle. No creo que alguno de los miles, millones de peregrinos que la han atravesado, no haya sentido esa emoción de satisfacción, de autoestima al llegar a la Catedral, a la meta histórica del Camino. Especial es también cruzar el arco que da acceso a la Plaza del Obradoiro, hay miles de personas moviéndose por ella, es tan grande que caben hasta los grandes espacios sin gente. Inmediatamente veo a René, esta solo, paseando, esperando mi llegada, no le veo desde el 20 de Agosto en Fromista. "¡Renééééé!", me oye y me busca, nos encontramos y damos un abrazo. El Camino crea un afecto especial entre los peregrinos. Me doy la vuelta para ver las torres de la Catedral y a unos cuatro metros está Svenja, ¡que casualidad!, con una de sus amigas alemanas. Nos sorprendemos gratamente y nos damos un abrazo de amistad, de satisfacción mutua por haber llegado hasta aquí, esta plaza podía llamarse también las Plaza de los Abrazos, es el gesto que frecuentemente ves, los abrazos de los reencuentros, del éxito, de despedida.


Vamos todos juntos a la misa de 12, accedemos por la puerta del ala sur, los reencuentros de peregrinos son frecuentes, se ven los gestos, las expresiones. Subimos las escaleras despacio, no puedes hacerlo más rápido por la concentración de personas. El interior de la Catedral esta lleno, hay guardias de seguridad que ordenan el ir y venir de la gente, muchos peregrinos. No hay sitio donde poder sentarnos, las mochilas las dejamos en el suelo de una nave lateral, ha comenzado la misa, los guardias nos ordenan que no nos separemos de las mochilas, "cada peregrino junto su mochila", nos recuerdan continuamente. René me dice que tiene que irse porque debe estar en el aereopuerto a las 13 horas, es la segunda vez que ha hecho el Camino., volvemos a abrazarnos, agradecemos habernos conocido y nos deseamos suerte en los distintos caminos que debemos recorrer todos los días. Cuando me despedí en Fromista sabía que volvería a verle, pero ahora...pensaba que nunca más volvería a hacerlo y eso produce una extraña emoción, mezcla de alegría y tristeza. !Ay, el Camino, cuántas sensaciones genera!.
Svenja sigue la misa con  respeto y devoción, yo lo hago con respeto. "Todos vosotros habéis llegado hasta aquí y pedido al Santo algún deseo. Tened fe si no encontráis la respuesta que buscáis inmediatamente. Tened fe porque Él está con vosotros, no os lo promete, pero sí promete daros fuerzas para que no os canséis de buscarlo y de luchar y promete estar siempre a vuestro lado", son palabras del sacerdote que preside la ceremonia religiosa, un coro de monjas canta. La columna impide ver el altar desde nuestro lugar, Svenja tiene que desplazarse hacia el interior de la nave central para seguir visualmete la ceremonia. "Tranquila, yo me ocupo de tu mochila". Estoy cansado y como tantos otros me siento en el suelo. Llega el momento de la comunión y son muchos los que practican este sacramento, entre ellos Svenja, ya sabía que era una joven creyente. Finaliza la ceremonia y nos retiramos poco a poco hasta vaciar la catedral. Me despido de la joven alemana con el deseo mutuo de volvernos a ver en el Camino, ella y sus amigas también van a Finisterre.


Las tardes-noches de Santiago son animadas en los cuerpos de los peregrinos. No es solo final de etapa, es final de trayecto, es la meta de un importante reto, es el podium del triunfo, es la noche en la que no tienes que madrugar. En las tardes-noches de Santiago hay excesos en el colectivo de los peregrinos; si no quieres participar de este ambiente y si quieres descansar es recomendable alejarte de los albergues y buscar una pensión. En la Rúa Nova encontré una, no recuerdo su nombre,  habitación pequeña con baño compartido, límpia y económica.
El tiempo de la tarde permitió pasear y conocer  Santiago, ir a la Catedral, cumplir con el rito del abrazo al Apostol, el que quiera, y visitar el plateado cofre con sus reliquias. También ver el ambiente en el Santiago monumental; en las cenas, donde no  reparten los menús del peregrino, ni agua para beber, para la mayoría es una tarde-noche especial y de esa misma categoría eran su cena y su bebida.
Aún tenía yo 95 kmts. por delante y cuatro jornadas más, había que regresar a mi modesta habitación para curarme las heridas y descansar. La Rúa Nova está junto la Catedral, pasé por la Plaza para ver la silueta de las torres sobre un cielo  azul oscurecido por la retirada del sol, clareado por la luna que había ocupado su lugar.

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