El CAMINO DE VICENTE recoge experiencias habidas en los dias que pemanecí en el Camino francés a Santiago

sábado, 14 de septiembre de 2013

Etapa 29 : Barbadelo - Castromaior (por Portomarín) 24 kmts

Día 06-10-13
Puedes elegir el albergue pero no puedes elegir los compañeros. 
El ronquido es un fenómeno acústico que tiene lugar durante el sueño como consecuencia de la vibración de las estructuras nasoorales. Se estima que el 45% de los adultos ronca ocasionalmente, y que al menos el 25% lo hace en forma frecuente. Una persona que duerma en un espacio compartido, SABIENDO que va a roncar y con una fuerza considerable, entiendo que es un comportamiento irrespetuoso, y que lo debería de evitar, ¿cómo?, pues durmiendo en una habitación particular en pensión u Hostal. El peregrino con perro de la etapa anterior, no puede dormir en los albergues porque no lo permiten, y en consecuencia busca un lugar público donde pueda hacerlo.


Bien, pues... la noche fue "toledana". Próximo a mi litera tenía a dos personas que había  conocido visualmente en Triacastela, hablando en inglés entre ellos. Pues parece que uno pertenece a ese 45% que ronca ocasionalmente y el otro al 25% que lo hace frecuentemente o siempre. Mis temores cuando me acostaba, se confirmaron. Me resultaba imposible dormir por lo ronquidos del que pertenece al grupos del 25 %; en algún momento cuando las vibraciones disminuían o coincidía que ambos bajaban el nivel, mi cuerpo adormecía, pero muy pronto volvía a la realidad cuando  recuperaba su estado normal, o sea RONCAR. Me desesperaba más cada hora que pasaba, me ponía  nervioso y cabreado. Pensé en levantarme e irme, pero este albergue tiene la particularidad que tras la puerta está el jardín y la carretera, en este sentido está muy mal; la mayoría tiene todas las dependencias, como comedor y salón de estar dentro del inmueble y puedes encontrar sillas o sillones donde reposar o alejarte en casos como el que me estaba ocurriendo. No me quedaba otra solución que aguantar  o esperar un milagro. Pero éste tardaba en llegar y mi paciencia era cada vez más pequeña. Piensas muchas cosas y una en la que lo haces es que está violando tu derecho a dormir y al descanso, te sientes agredido. Haces un poco ruido al lado, toses, chascas los dedos, pero nada...y tuve una reacción de la que luego me arrepentí porque entiendo no debía haberlo hecho, pero que me sirvió para desahogar el estado de ebullición que sentía. Me levanté y fuí hasta la litera del roncador principal y le moví varias veces el colchón, se incorporó sorprendido . "¡Please, STOP!, ¡STOP please!, ¡I need to sleep!".  No se si llegó a comprenderlo ni a despertar. Se volvió a echar y yo regresé a mi litera con la esperanza de tener un resultado positivo, escucho movimientos en su litera, "está cambiando de postura, dicen que de lado no se ronca, a ver si ocurre esto y me deja dormir". No oigo nada, ¿lo habré conseguido?,  pienso que mañana me pueden dar dos ostias o que el resto me puede vitorear por librarles de los ronquidos. Disfruto del silencio y me duermo.No sé el tiempo que lo hice porque el sonido odioso de los ronquidos volvió a despertarme. Eran las cuatro y media, habría dormido veinte minutos, ya no había esperanza, por lo que me levanté,  y me fuí al baño, allí tenía el móvil cargando, me senté en la taza y entretuve leyendo la prensa en internet. Había otro baño libre y escuchaba como lo utilizaban frecuentemente, a nadie interrumpí sus necesidades fisiológicas.
Una hora permanecí allí, aunque no durmiera el cuerpo descansaría más en la litera que sentado en el baño, faltaba una hora y media para que la gente comenzara a levantarse. Algunos minutos más pude dormir.

Fui de los primeros en levantarme, aún no eran las 7, me duché aunque no es frecuente ni en mi ni en ninguno hacerlo en las mañanas, pero necesitaba despejarme bien. Cuando me vestía aún permanecía la mayoría acostados, con mi linterna ordenaba la ropa en la mochila, no quería encender la luz aunque el horario me autorizaba a hacerlo. El roncador se había cayado, estaba despierto, pensaría en lo bien que ha dormido, y los demás tal vez estaban aprovechando el silencio para descansar.
Salí y me encontré con una espesa niebla, era la primera vez que la veía en el Camino. Ya venían peregrinos que habían dormido en Sarria, "¡cuanto madrugan algunos!", tal vez fueran los que empezaban allí el Camino y estaban frescos y con ganas. Ya he comentado que a partir de esta etapa se incorporan cientos, no se si miles de peregrinos y que en su mayoría son españoles buscando muchos de ellos la Compostela, hay mucha diferencia de personalidad entre los que llevamos un mes en el camino y los que empiezan aquí para "terminarle" en cinco días.

"Sarria, situada a un centenar escaso de kilómetros de Santiago, es la ciudad donde empieza la marabunta, la masa peregrina que ansía adquirir la compostela, el diploma que conceden  en la oficina del peregrino que les acreditará como tales cuando lleguen. Es la representación del Camino reducido a su mínima expresión: a un papel. La distancia más corta reglamentada tiene en la credencial del peregrino, el sello original de Sarria; los cazacompostelas ni siquiera hollarían las piedras de O Cebreiro. El mínimo esfuerzo posible: rápido, aséptico, sin complicaciones y, demasiado a menudo con trampas. Madrugar, andar sin detenerse para asegurar la cama en el final de etapa, vegetar durante toda la tarde y dormir para volver a madrugar. Así durante una carrera de cuatro o cinco jornadas, el tiempo que les llevará recorrer la distancia a la que se sitúa su preciada Compostela. De aquí en adelante, a los taxistas y a los conductores de furgonetas de transporte de mochilas se les acumula el trabajo. Son inconfundibles, se les ve twistear por las calles, agrupados, con las grandes conchas de vieira colgadas del pecho, las mini mochilas para ir al colegio a la espalda y los sombreros de exploradores arriesgados en la cabeza. Hablan por teléfono indiscriminadamente y se acribillan a fotos los unos a los otros. No me gusta lo que veo, por unos instantes siento vergüenza de mi condición de peregrino, empiezo a sentirme extraño en el Camino." EL GRAN CAMINANTE. Antxon González Gabarain.


El desayuno es un capítulo de cada día necesario y muy apetecible. Aún no estaba abierto el Bar-Restaurante, los empleados vienen de otra localidad, pronto lo hacen, espero allí paciente y tranquilo que hagan los preparativos necesarios para servir los desayunos. El espacio verde y gris en la mañana de niebla, lo cruzan los peregrinos que se van incorporando del descanso a la nueva vía del Camino. No todos desayunan en el Bar-Restaurante, de mi pabellón solo reconozco a la chica que dormía en la litera encima de la mía, espera como yo el desayuno y tengo deseos de preguntarla por la noche.  Veo a la pareja de roncadores con su mochila en la espalda marchando al Camino. Me alegro, a ver si no vuelvo a verles o a coincidir con ellos. 
Ha amanecido con niebla, nunca antes la había visto, me alegra porque esto me va a dar una visión nueva y posibilidad de captar imágenes diferentes, la niebla tiene un componente  sugerente y misterioso y Galicia y el terreno por el que nos vamos a mover con sus bosques de centenarios castaños y robles, sus pequeñas iglesias rodeadas de tumbas y sus leyendas, es un escenario perfecto para todo ello. 
La etapa no defrauda en este sentido y el resultado se puede ver en el video de fotografías, pero las imágenes no puedan mojarte la cara, ni oler y saborear la humedad del aire.
En esta etapa cruzamos la raya del mojón de los 100 kmts, un lugar del Camino, una imagen que todos quieren atrapar con sus máquinas, con sus móviles. Llegar aquí tiene una representación anímica, y curiosamente quienes más euforia y deseos de fotografiarlo y fotografiarse tienen, son los que están frescos, los que han empezado en Sarria o Triacastela.
Completamos la etapa hasta Portomarín, envueltos en niebla que va disminuyendo a medida que avanza el día y por carreteras rurales sin tráfico rodado, cruzando pequeños pueblos identificados todos ellos por sus pequeñas iglesias de piedra, rodeadas  por las sepúlturas de sus antepasados y las señales cristianas. Han sido cuatro horas hasta llegar a esta histórica localidad gallega a orillas del Río Miño, el más caudaloso e importante de la comunidad gallega.


Portomarín, como las fotografías denuncian, en sus orígenes estaba enclavada en ámbas orillas del río. El proyecto hidráulico de la empresa Fenosa de establecer una gran presa en Benasar, a 30 kmts. de distancia, en el año  1946, obligó a construir un pueblo nuevo en el cerro de arriba, alejado del nivel máximo de las aguas embalsadas. El patrimonio, como la Iglesia de San Juan, fue trasladado piedra a piedra. Una tarea ingente generada por las necesidades públicas de producción eléctrica e intereses económicos de una gran empresa.
 Me detengo en Portomarín muy poco tiempo. Hoy lo lamento porque entonces voluntariamente renuncié a conocer aspectos culturales importantes que no tengo en las pequeñas localidades donde me gustaba pernoctar. Desde allí reservé albergue en Gonzar a 8 kmts de Portomarín.
Aún tenía unas dos horas por delante. La mayoría de los peregrinos de la etapa se quedan en Portomarín y los que no ya habían  salido, por esto es que a partir de esta localidad camino prácticamente solo. Levanta la niebla y brilla el sol cuando más cansancio hay y además orilla de carretera, solamente  los dos primeros kmts los hacemos por bosque.
Se cumplen las dos horas cuando estoy entrando en Gonzar. El albergue Casa Garcia es el que he reservado; a la entrada hay otro albergue, es el municipal y hay peregrinos alrededor. Mi destino está en el interior del pueblo, es una casa rural rehabilitada. Me atiende una joven que me invita a pasar y ver la litera que me tiene reservada. Se aprecia que tiene pocos años y reúne condiciones buenas para albergar, pero nada que ver con el que he dejado en Casa Barbadela. Me voy para dentro por conocer la litera reservada y también para ver qué peregrinos hay, no he olvidado la noche pasada y... no quiero encontrarme de nuevo con la pareja de roncadores. Recorro las dos salas contiguas que hay y dejo la mochila en una de las literas de abajo que tiene el cartel de RESERVADO. Paseo por el albergue buscando esas caras y ¡LAS ENCUENTRO!, allí están en la barra, ¡son ellos!, ¡JODER! ¡pues NO, yo no puedo quedarme aquí!, ¡me largo!. Tomo la mochila y me dirijo a recepción : "lo siento, me voy", "no te gusta el albergue", "pues..... no, le falta luz y yo la necesito. Gracias por todo". Subo rapidamente al albergue municipal, había mucha gente, no creo que haya plaza. Llego, miro y pregunto. Efectivamente no hay plaza. Son las 15,30 h. no he tomado ni una cerveza y la necesito, pero hay otra prioridad, encontrar alojamiento y aquí ya no lo voy a encontrar, tiene que ser en otra localidad. No miro la Guía, pregunto en el albergue, "en Negreira, a kilómetro y medio de aquí hay una pensión, mira a ver si tienes habitación", no pido tlf. ni pierdo más tiempo, son 15 minutos. Me voy para allá. Hace calor, sudo, pero no lo siento, el terreno es plano y voy a un ritmo de 9 minutos/kmt. Veo casas muy cerca, ese tiene que ser el pueblo. Pero.... veo también a un perro mastín que viene por el camino, su andar es lento, con pequeños bandazos a un lado y otro, cabeza agachada, la típica forma de caminar de estos perros. Conozco su comportamiento, son muy agresivos cuando están cuidado el ganado, pero son pacíficos si no tienen responsabilidad. El corazón aumenta de ritmo, estoy nervioso, no me puedo dar la vuelta y no tengo espacio a uno y otro lado para abrirme. Cada vez está mas cerca, estará a unos 30 metros, no ha levantado la cabeza ni se ha detenido para mirarme, es buena señal. En una recta de 100 metros estamos solos el perro y yo. Mi ritmo, es más lento, me detengo, es una reacción instintiva. Mi cambio de actitud provoca otra en el perro, sin detenerse ni mirarme se desvía a la derecha del camino, entre unas zarzas, hacia un prado. ¡Que alivio y qué rato más malo he pesado!. Me olvido pronto del perro y recupero mi ritmo, el pueblo está a dos minutos.

En la misma entrada, la primera casa a la derecha, tiene un cartel que escribe Pensión. Llego y me paro delante de ella, por detrás se acerca una persona mayor que viene de la casa de la izquierda, estaba en el portalón con otras dos mujeres de su edad. "¿Buscas pensión?", "sí", "¿vienes solo?, "sí", "pues no se cómo lo vamos a hacer.", "¿por qué?", "porque son habitaciones de dos camas", "a mí me vale con una", "pero me tendrías que pagar por la dos", le pongo cara de pena y de resignación, surte efecto, "bueno, te cobraré solo 15 €". Nos vamos para adentro. Es una casa de muchos años, intuyo es su casa particular, en la que un día habitó mucha gente y hoy le basta con una habitación para dar cobijo a la titular. Me enseña la habitación, es amplia, dos camas muy bajas, con colchas de colores, una mesita en medio de las camas, con una lámpara muy sencilla, un armario y un perchero. Está limpio.  "Hay un matrimonio francés, me quedaría una habitación por alquilar". "Muchas gracias señora, la pago ahora, ¿y para comer?", "hay un bar que dan cenas si le avisas que vas a cenar, está aquí mismo, el pueblo son cuatro casas". "Bien, pues me voy a duchar y voy a decirlo"., "si no vienen más el baño con el wáter del pasillo sería para ti solo, porque la habitación de los franceses tienen su baño dentro." 
Me dispongo a ducharme y en la puerta de la habitación de los franceses están las botas de caminar y un paraguas grande, tipo golf. Conozco ese paraguas. Es del abuelo francés que va con su mujer de la mano., ¡Seguro!. Me ducho, cambio de ropa y antes de lavar me voy al Bar. No hay nadie, solo una mujer que atiende el Bar. "Antes que a las 7 prefiero que cenes a las 6,30 para poder recoger y marchar antes", "a la hora que diga estoy aquí", "pues dime qué vas a cenar y lo tienes preparado a esa hora."
Regreso a la pensión y veo un perro mastín en cada una de las casas que tienen cuadra y ganado, están atados y sueltan un ladrido intimidatorio cuando pasas delante de su propiedad.
Después de  la cena corresponde descansar, me espera esa cama vieja con colcha de colores, en esa habitación de casa centenaria que para mi es como la suite del mejor hotel. La oscuridad de la noche es invadida por la luz amarillenta de las lámparas de forja que hay en cada esquina, está bajando la niebla, hay tanto silencio que oigo mis pisadas sobre el cemento de la calle vacía, también las oye el mastín del vecino que me avisa de "prohibido el paso".





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