El CAMINO DE VICENTE recoge experiencias habidas en los dias que pemanecí en el Camino francés a Santiago

sábado, 21 de septiembre de 2013

Etapa 22 : Murias de Rechivaldo - Foncebadón (24 kmts)

Día 29-09-13

Otra buen amanecer, otra buena mañana. El Camino pasa por la misma puerta del albergue que está situado en las afueras del pueblo. Mientras ultimo los preparativos de la etapa, en el portalón, observo a los peregrinos que pasan, son madrugadores, porque serán los que se han albergado en Astorga o lo que es lo mismo llevan 1 hora caminando.
Tengo que desviarme, quiero ir a Castrillo de los Polvazares, supone andar 2 kmts más. Tengo que ir por la carretera,  no hay nadie ni en coche ni a pie. Entre el arbolado surge la niebla de las primeras horas del día. En media hora me presento en el pueblo. No hay nadie, son las 8,20 h., solo veo una mujer mayor que al salir de casa se santigüa, va en bata de casa y se ayuda de una cachaba. El pueblo está en silencio, así es más atractivo y misterioso, las piedras brillan por el agua de las lluvias y la humedad matinal, quiero verlo todo y deprisa, no debo entretenerme, le "robo" al pueblo varias imágenes para conservarlas en la eternidad, las hago  con el móvil, todas las fotos las hago con este medio.



A la salida del pueblo me cuesta encontrar la vía que se incorpora al Camino, ningún otro peregrino ha tenido la misma voluntad que yo, no veo ninguna señal; por intuición y la orientación elijo una senda, voy al Oeste así que no puedo perderme. Pronto veo en la lejanía y a mi izquierda, entre árboles, figuras de personas caminando. Estoy bien situado, han pasado pocos minutos y ya me encuentro en el Camino, en el momento de llegar a Santa Cecilia de Somoza.  Como es habitual a estas horas de la mañana, los que han salido de Astorga están recuperando fuerzas, para mi es pronto, habrá que andar unos 4 kmts más hasta El Ganso, próximo pueblo al que llegamos por senda paralela a la carretera. Es un pueblo más grande que Santa Cecilia y son más los peregrinos que almuerzan en los Bares de la localidad; hay muchas casas derruidas, se ve el esqueleto que es lo mismo que ver cómo procedían a construirlas: techos de paja y madera sobre estructura de piedra. 
Seguimos caminando por la Maragatería, estamos saliendo de ella y acercándonos a la otra comarca de León, al Bierzo, para ello hemos de cruzar los montes leoneses, el Monte Irago donde esta la Cruz de Ferro, la frontera entre ambas comarcas leonesas. El terreno sobre el que caminamos se vuelve  más improductivo a medida que nos acercamos a los montes, van desapareciendo los cultivos de cereales para convertirse en matorrales solo aptos para los pastos de las cabras.

Desde Murias, 900 m., hemos ido ascendiendo poco a poco hasta los 1.400 m. de Foncebadón, se nota muy poco la ascensión porque el desnivel es pequeño hasta Rabanal del Camino que está a 1.155 m., desde aquí sí se nota, ya que hay que ascender 350 m. en 7 kmts; se agradece este cambio de paisaje y de exigencia, resultaba aburrido y desmotivador todo el camino del sur de León, a partir de Bercianos. 
En el momento que entras en Foncebadón te das cuenta de que es un pueblo muerto, abandonado por las familias que enraizaron entre los muros de las casas derruidas, las que hoy están de pié lo han sido para servir y servirse de los peregrinos. Hay un Restaurante, "La casa de Gaia" ambientado en formas de vestir y de vivir de tribus bárbaras que habitaran esta tierra, sin duda con el objetivo de atraer clientes de toda la provincia leonesa, hoy era domingo y estaba lleno, tan solo cuatro éramos peregrinos. El pueblo tiene misterio, te sobrecoge su estado, y todo cuanto le rodea; puedo imaginármele en un día de frio, gris y con poca gente. El enlace al escrito de Julio Llamazares nos enseña y ayuda a situar en el pasado y presente a esta localidad. El artículo es del 93, la protagonista, Inés,  habrá muerto y las campanas habrán tocado por el último muerto de Foncebadón, pero no pierde actualidad e ilustra muy bien lo que es este pueblo y su entorno, y lo que se puede sentir cuando llegas aquí.
 http://elpais.com/diario/1993/03/26/opinion/733100401_850215.html

 Estaba en el albergue Monte Irago, lleno de peregrinos, por esto la situación parecía un contrasentido, hacía frio fuera y dentro no se cabía en un espacio pequeño, no estaba cómodo y necesitaba escribir mi diario. Me fui al Bar de otro de los tres albergues a escribir, fui al aseo y dejé el móvil en el lavabo, mientras me lavaba las manos aquel se resbaló y cayó al agua. ¡Ostras!, había oído que el agua acababa con la vida de estos aparatos, así que rápidamente le abrí para secarle la última gota de agua. Le puse en funcionamiento y... no funcionaba. Menudo disgusto, no por perderlo sino por no poder disponer diariamente de él. Estaba desconectado de muchas cosas pero no del móvil, me servía para conectarme diariamente con un grupo de amigos y con la familia a través del watsapp, con los que compartía cada momento de interés del Camino por medio de las fotografías, e igualmente al final de cada etapa colgaba en mi Facebook una reseña breve de la etapa con las fotografías más destacadas. ¡Ahora no podré ni hacer fotos del resto del Camino!. El disgusto era muy grande. Me recomendaron meter el móvil en arroz porque este producto le quita la humedad que es la causa de todo el mal, así que con la tienda cerrada suplique me vendieran un kilo de arroz. Una vez que lo tuve en mi poder metí en la caja de SOS el móvil y sus piezas y lo tuve toda la noche. Soñé con él y veía una gran interrogante, me despertaba frecuentemente y deseaba que llegara la hora de comenzar el día por ver si funcionaba o no. Fue emocionante el momento de armar el móvil y apretar el ON. La imagen parpadeaba, pero se veían funciones que ayer no presentaba, ¡algo ha mejorado!. Con paciencia y esperanza fui probando las funciones que yo aplico y... ¡sí funcionaban!. ¡Joder...menos mal!. Fue mucha la alegría porque el móvil me daba muchas cosas, era mi conexión con el mundo, porque a pesar de que en una ocasión me dijo una joven peregrina que al Camino se venía a desconectarse de todo, lo primero el móvil, tengo que confesar que en este Camino yo no estaba preparado para ello.
David, uno de mis hijos, me dijo que ese móvil estaba herido de muerte y que terminaría fallando y me dejaría tirado. Dos meses y medio después, le ocurre, esto fue desde el principio, que la batería dura muy poco, menos de medio día. Por esto que en los lugares del Camino que paraba, aunque fueran 5 minutos buscaba un enchufe para recargarle.
Foncebadón le recordaré por la singularidad de su entorno y por el incidente del móvil y el disgusto correspondiente.

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