Entre la cuenca de Pamplona y la llanura navarro-riojana ya solo se encuentra el alto del Perdón, donde las originales siluetas del monumento al peregrino escoltan a los caminantes. Se trata de un ascenso cómodo que nos regala impresionantes vistas de lo andado hasta ahora, una vez arriba apreciamos la belleza de la llanura a la que vamos. No se si es un lugar para pedir perdón, pero sí lo es para disfrutar del descanso, de la meditación y del paisaje, aunque hay que protegerse del viento extraordinario que allí sopla, por esto el aprovechamiento de esa fuerza natural para generar energía eléctrica limpia.
Con más alegría sigo a los peregrinos que me preceden, pronto piso tierra y lo agradezco, no muy alejado se distingue la sierra donde está el alto del Perdón, uno de los puntos emblemáticos del Camino, está envuelto en nubes que se mueven y cambian sus formas con rapidez, los claros en el cielo son cada vez más grandes. El ascenso fue agradable, la pendiente no es fuerte, sí es larga y de poco nivel hasta la llegada, se hace bien, más en un día como el que nos correspondió, muy agradable la temperatura y el olor a tierra y rastrojos mojados.
A medio camino de esta subida volví a coincidir con Jaime y René, con quienes continué hasta Puente la Reina; en el alto coincidimos con Miguel Ayala y nos hicimos unas fotos para recordar, esta fue la última vez en la que coincidí con él. La etapa discurrió bien, salió el sol y pasamos calor que sumado al tiempo contribuyó a la aparición del cansancio, deseábamos fervientemente llegar a Puente la Reina, localidad a la que da nombre el puente románico construido en el siglo XI sobre el rio Arga para facilitar el paso a los peregrinos, la ciudad fue construida un siglo más tarde, esto nos da idea del respeto o consideración que esta gente ha tenido en la edad Media. La localidad tiene historia y edificaciones de interés, por ello hay que invertir un tiempo de la tarde en conocerlos.
Pasé la noche en el Albergué Jakue. Recomendable.
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